El Culto al Corazón de Jesús tiene su origen en el Calvario, cuando Nuestro Señor, habiéndonos dando absolutamente todo, expiró y poco después uno de los soldados, le atravesó el Costado, abriéndonos para siempre la entrada a su Corazón.
Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas de los dos que habían sido crucificados con Jesús. Pero al llegar a Jesús vieron que ya estaba muerto, y no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante salió sangre y agua.
Juan 19, 32-34

Pero en su noción exacta y concreta el culto al Corazón de Jesús como símbolo de su Amor, fue casi desconocida. Por casi diez siglos, los escritores ascéticos y místicos se limitaron a considerar el Costado abierto, manando Sangre y Agua, como fuente abundante de gracias.
En el siglo XI, creció entre los cristianos la devoción a las cinco llagas de Jesús, meditando su Pasión y Muerte, obviamente incluida la Sagrada Llaga del Costado de Cristo, pero sin hacer alusión exacta su Sagrado Corazón.
Sin fijar una devoción concreta, varios santos habrían hecho mención al Corazón y las llagas de Cristo: San Bernardo de Claraval, San Buenaventura, San Fracisco y Santa Clara de Asís, Santa Gertrudis, Santa Matilde de Hackeborn, Santa Brígida, el Beato Enrique Suso, San Francisco de Sales, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila, San Pedro Canisio…
La lista podría ampliarse muchísimo, pero fue sólo hasta las revelaciones privadas a Santa Margarita María Alacoque que Nuestro Señor en Persona, pidió que se le tuviera devoción privada y pública a su Sagrado Corazón.
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